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  • Aumento de desahucios por impago de alquiler: una realidad que aprieta cada vez más

    Aumento de desahucios por impago de alquiler: una realidad que aprieta cada vez más

    Un fenómeno que crece en silencio

    El panorama del alquiler en España se está volviendo cada vez más complicado para miles de familias. El impago de rentas ha dejado de ser un caso aislado para convertirse en un problema estructural que está disparando los desahucios. Aunque muchas veces no trasciende a titulares, la realidad es clara: los lanzamientos por falta de pago están subiendo con fuerza, y detrás de cada uno hay un drama personal que rara vez se cuenta.

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    Suben los precios, bajan los márgenes

    En los últimos años, el coste de alquilar una vivienda se ha ido disparando, especialmente en zonas urbanas y áreas metropolitanas. Lo que antes era una opción viable para la clase media, ahora se ha convertido en una carga cada vez más difícil de sostener.

    Muchas familias destinan más del 40% de sus ingresos solo al alquiler, y cualquier imprevisto una bajada de ingresos, una factura médica, una subida del gas— puede hacer saltar por los aires su economía doméstica.

    El resultado: cada vez más personas no pueden hacer frente al pago de la renta mensual. Y el impago, tarde o temprano, termina en desahucio.

    La protección, insuficiente

    Aunque existen mecanismos legales para frenar los lanzamientos, lo cierto es que no llegan a todos. Las moratorias y ayudas públicas a menudo no cubren los casos reales de vulnerabilidad o exigen una burocracia que muchas familias no pueden permitirse.

    Y cuando la ayuda llega, a veces ya es tarde.
    Además, el desgaste emocional y psicológico de vivir pendiente de una orden judicial, de no saber si vas a poder seguir viviendo en tu casa el mes que viene, es una losa que no se mide en estadísticas.

    La otra cara: propietarios atrapados

    No se puede olvidar tampoco a los propietarios particulares que viven del alquiler. Para muchos, ese piso es su única fuente de ingresos o el complemento a una pensión ajustada. Cuando el inquilino deja de pagar, no solo se quedan sin cobrar, sino que además deben afrontar gastos legales, impuestos y, a menudo, meses de litigio sin solución.

    El problema, por tanto, no tiene un solo culpable. Es un sistema desequilibrado que pone en riesgo tanto a quien necesita un techo como a quien alquila su propiedad para sobrevivir.

    Una tendencia que no frena

    Todo apunta a que esta tendencia no se va a revertir a corto plazo. La inflación ha encarecido la vida, los tipos de interés han subido, y el acceso al crédito sigue siendo restrictivo. En ese contexto, muchas familias ya van al límite cada mes. Y basta un empujón más para que se caigan.

    Por su parte, los procedimientos de desahucio se están resolviendo más rápido que antes. Lo que antes tardaba un año, ahora en algunos casos no llega a seis meses. Esto significa menos margen para buscar soluciones, pactos o ayudas intermedias.

    ¿Qué se puede hacer? 

    No hay recetas mágicas, pero sí hay caminos. Hace falta una política de vivienda más valiente, que apueste por el alquiler asequible, por el equilibrio entre derechos y deberes, y que entienda que el acceso a una vivienda digna no es un lujo, sino un derecho básico.

    Mientras tanto, seguirán aumentando los lanzamientos, seguirán vaciándose viviendas, y seguirán llenándose las mochilas de angustia, miedo y frustración.

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