La morosidad empresarial vuelve a tensar el tejido productivo español
Las facturas sin pagar están regresando con fuerza al tablero económico español. Lejos de lo que muchos esperaban tras la recuperación postpandemia, los impagos entre empresas vuelven a crecer y, lo que es más preocupante, lo hacen a un ritmo que enciende las alarmas en varios sectores clave.
Según datos recopilados por aseguradoras de crédito y entidades de análisis financiero, en 2024 la morosidad empresarial en España aumentó cerca de un 20%. Y la tendencia no solo no se frena, sino que todo apunta a que seguirá escalando durante 2025. El fenómeno no es homogéneo: afecta sobre todo a sectores como la construcción, el agroalimentario, el transporte y el equipamiento del hogar, todos ellos muy sensibles a los ciclos económicos y al acceso a financiación.
Pero más allá de los porcentajes, lo que está generando verdadero nerviosismo entre empresarios y directivos es el impacto real que estos impagos están teniendo sobre sus cuentas. El 52% de las empresas reconoce que los retrasos en los cobros les han obligado a ajustar márgenes, aplazar inversiones e incluso modificar plantillas. En el 8% de los casos, directamente comprometen la viabilidad del negocio.
“El problema no es solo que no cobras. Es que el banco lo sabe, te cierra el grifo, y entras en una espiral muy difícil de frenar”, explica el responsable financiero de una empresa logística con sede en Valencia. Su caso no es aislado. Un 26% de las compañías españolas declara haber sufrido impagos significativos en los últimos doce meses, dos puntos más que el año anterior.
Concursos al alza, liquidez a la baja
El aumento de los concursos de acreedores —otro termómetro fiel de la tensión económica— confirma el diagnóstico. Solo en 2024, los procedimientos concursales crecieron también un 20%, y los expertos anticipan que en 2025 podrían rebasar los niveles registrados en los años más duros de la crisis anterior.
“La morosidad es un síntoma, pero también una causa. Cuando el crédito se encarece, las empresas pequeñas y medianas empiezan a tener problemas para cumplir sus compromisos, y la cadena se rompe”, apunta una analista del sector financiero. Y efectivamente, la cadena empieza a chirriar. La reducción del crédito, el endurecimiento de los plazos de pago y la presión inflacionaria están llevando a muchas pymes a adoptar medidas de urgencia.
Qué están haciendo las empresas para protegerse
Ante este panorama, la mayoría de empresas ha empezado a tomar posiciones defensivas. Según una encuesta reciente, el 76% de los directivos ha decidido priorizar en 2025 la reducción de costes operativos y la eficiencia interna. Otro 71% ha reforzado su política de prevención de riesgos crediticios: revisan contratos, piden garantías adicionales, y monitorizan de forma mucho más activa los indicadores de solvencia de sus clientes.
No es casualidad. Los márgenes se han estrechado, la financiación es más cara, y el retraso en un solo pago importante puede convertirse en un problema estructural para muchas empresas.
Un entorno económico que no ayuda
Todo esto sucede en un contexto macroeconómico que tampoco invita al optimismo. Aunque organismos como el FMI han mejorado ligeramente sus previsiones para España, alertan de que la deuda pública sigue en niveles muy elevados —por encima del 100% del PIB— y que será necesario ajustar el gasto en los próximos años.
Además, el aumento del gasto militar aprobado recientemente por el Gobierno, y la propuesta de condonación de deuda autonómica, están generando incertidumbre sobre el equilibrio fiscal del país. Y ya se sabe que, cuando hay incertidumbre en la parte pública, el sector privado suele contener el aliento.
Lo que viene
A la espera de si el BCE baja finalmente los tipos —lo cual aliviaría algo el coste del crédito—, el consenso entre analistas es claro: 2025 será un año exigente para el tejido empresarial español. La clave estará en cómo cada empresa gestiona su tesorería, sus relaciones con clientes, y su exposición al riesgo comercial
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